En un real hombre es lo inmutable, lo eterno y lo profundo
Lo que su espíritu sutil siempre ha buscado
Y aunque la carne tan mortal quede en el mundo,
Entonces a su ideal habrá llegado.
El hombre es la creatura suprema de la naturaleza, es decir, la Voluntad de Dios.
Del latino “Homo”, significa “el nacido de la tierra”.
Pero ... ¿Qué es el pensamiento?
En general, se entiende por pensamiento, cualquier actividad mental o espiritual pudiéndose diferenciar de la actividad de la voluntad y por supuesto de la de los sentidos. Es pues, una actividad del entendimiento aparte de la actividad práctica.
Consideremos ahora el modo de entender esta actividad superior del hombre según algunos grandes maestros del pensamiento.
Para Platón, el pensamiento es “El diálogo del alma consigo misma” el cual también puede ser expresado estableciendo comunicación con otras almas.
Aristóteles, Santo Tomás de Aquino y San Agustín entienden también al pensamiento como una determinada facultad del espíritu humano en cuanto diferente de otras facultades.
Actualmente, una de las concepciones generales que prevalecen, fue enunciada por Christian Wolff, filósofo alemán (1679-1754) quien asumiendo las concepciones anteriores, dice que: “Pensamos cuando conocemos lo que ocurre en nosotros y nos representamos las cosas que están fuera de nosotros” y Regis Jolivet, decano de la Facultad de Lyon, lo describe magníficamente como: “El acto por el cual el ser racional se identifica distinto con el resto del mundo y se dice a sí mismo lo que las cosas son para él”.
El hombre, participando de la biología, es también un ser pensante, ésto nos hace ver y entender que su realización no depende únicamente de satisfacer necesidades fisiológicas como comer, dormir, etc. Quienes sólo entendieran la existencia de esta manera, estarían realizando sólo una parte de su naturaleza, marginándose a sí mismos del mundo del conocer, razonar, intuir y de la contemplación de la verdad, negándose a cumplir el fin que está insinuado en su esencia misma; trascender por el espíritu, pero además y principalmente, su realización debe ser entendida y dirigida a esa facultad superior que le hace ser consciente de sí mismo y de su entorno y entonces, sus pensamientos deberán llevarlo a trascender el simple medio material en el cual desarrolla su vida y en el que su corporeidad es también el instrumento que comunica dos realidades; la material y la espiritual.
Pero esta facultad del pensamiento, cuando no ha sido informada, educada y desarrollada adecuadamente, debido a diferentes circunstancias e influencias, puede caer en el error, pervirtiendo la concepción del existir y aún sus fines, produciendo serias desviaciones en la cultura humana e incluso verdaderas corrientes de pseudo-pensamiento, que apartándose de la lógica; el recto pensar, atentan contra la identidad misma del ser humano y la vida reduciéndolo, a éste, a sólamente un animal desarrollado con características especiales y en el peor de los casos estimando su valor sólo en la capacidad de producir y en su eficiencia, ésto es, básicamente; el materialismo ateo, que desfasa al hombre de su verdadera finalidad.
El hombre, por su pensamiento, es capaz de conocer la verdad y de plantearse la pregunta; quién es, cuál su origen y su misión en su momento como parte de una Historia.
El sólo hecho de que el hombre aspire a la verdad, nos demuestra que ésta es posible de ser conocida, así como sentimos sed y existe el agua o porque existe el agua es que sentimos sed, la naturaleza, en su maravillosa sincronía, no se equivoca. Pero la consecución de la verdad es también un proceso que se da paulatinamente para aquellos que la buscan y entendemos que ésta no se consigue de manera absoluta, pues el hombre es una creatura contingente y su vida es una búsqueda que debe ser continua e incansable y esta trayectoria que traza en su ir en pos de la verdad, es la que lo define precisamente en su valor y en su medida, ya que de ese encuentro con la verdad, se derivan sus valores y su moral, pues quien conoce la verdad es libre y como la verdad más grande que puede conocer es Dios, entonces aspira al bien, ya que el actuar de un real hombre pensante debe ser congruente con lo que su inteligencia le deja ver, adecuando su voluntad también a eso que ya ha descubierto, no hace falta abundar aquí que la razón, ejercicio de su pensamiento y la ciencia, que es conocimiento cierto, facultad de este mismo pensamiento, inducen a afirmar esa verdad Divina a la que hemos hecho alusión.
El hombre; ser pensante, es capaz de dirigir sus actos en el mundo, a diferencia del simple animal, al que sólo mueve el satisfacer sus necesidades.
Por su pensamiento, un hombre adquiere un significado ante la comunidad en la que se desarrolla, entendiendo aquí el pensamiento como el grado de realización alcanzada en el ejercicio de los valores nobles y la proyección de sus ideas, más que por sus características físicas y faciales, por ese manifestarse así, un hombre está presente y permanece en la conciencia de la colectividad, debido a la evolución lograda y este pensamiento ha sido manifestado por dichos y acciones.
Sin pensamiento, no habría acciones humanas ni palabras, así pues, el refrán popular: “Ser muy Hombre” rectamente entendido significará: “Ser muy Pensante”, “Ser muy amante de la verdad” y entonces del bien y moverse mayoritariamente por motivaciones superiores.
Como hemos visto, un ligero análisis de la facultad pensante del hombre, nos lleva a ¡formidables conclusiones! No seamos “poco hombres” y realicemos a plenitud nuestra naturaleza siendo, ahora sí, en un recto entender; “muy hombres”.
Alfonso Castillo G.
Profesor de Filosofía de la Ciencia.
Julio 27 del año 2020.
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